jueves, 9 de septiembre de 2010

In·comprensible

Y no, no volví a sentir, como se deshacía una galleta de sabor a chocolate en mi boca. Tampoco encuentro cuando abro mi cajón de los despojos; el trozo de luna que me regalaste. No, ya no, ya no siento escalofríos cuando las hojas se caían al suelo dando la bienvenida a mi queridísimo otoño. La lluvia ya no quiere mojarme la cara, me evita cada vez que me la encuentro y las margaritas de mi jardín han desaparecido de mi vista por completo. Y el sol... maldito sol, no quiere verme, ni siquiera sale para darme los buenos días o para colarse por las ranuras de mi persiana y despertarme. Parece que los melocotones ya no quieren ir al supermercado, parece ser que tampoco quiere que les acaricie su piel aterciopelada. Las plantas que riego no quieren crecer, ¿ se habrán ido al país de nunca jamás? Las velas que enciendo en mis tenebrosas noches nunca se terminan por consumir, y no me dejan dormir. Los libros pasan sus hojas velozmente en mi cabeza, y no me dejan degustarlos. Es raro también, que el viento no me despeine cuando está en sus mejores días ociosos. Las mariposas ya no se posan en mi pelo, no se que las he podido hacer. Y para colmo, los laberintos que habitaban en mis pensamientos han desaparecido por completo. Y no, no volví a sentir nada de lo que antes forma parte de mi cotidiana vida, ¿será que he dejado de ser una niña? No, mejor no pararse a pensarlo.